Sofros es la materialización de un anhelo: elaborar vino. Fundada en 2006, la bodega cosechó esta vendimia 14.000 kilos de tinta de Toro, 500 botellas de verdejo y 10.000 de tempranillo de Ribera.
- Mar Torres | 03/07/2015 | El suplemento de EL MUNDO de Castilla y León.
Cuentan que todo comenzó en una gasolinera. (¡Y no es que sus vinos presenten los aromas de algunos riesling!). Los contactos que un enólogo y un «apasionado» del vino empezaron a tener en la estación de servicio de Castronuño (Valladolid) desembocaron en Sofros, término griego para designar el sueño –eso significa– de uno de los socios.
Su particular historia y relación comenzó cuando uno de ellos, Ramiro Carbajo, empezó a parar en la gasolinera de Castronuño. Allí, ‘de charla’ con el responsable, salió a colación la profesión del cliente: enólogo. A partir de ese momento, cuando el técnico paraba para repostar, además de combustible le esperaban muestras de vinosque el gasolinero había pedido a los vecinos que hacían su vino para que el enólogo los probara y emitiera un juicio. «Probaba los vinos, y tortilla y salchichón, y… ¡Acabé pasando mañanas enteras allí!», comenta Carbajo dejando ver el grato recuerdo de aquellos momentos.
Uno de esos vinos destacaba sobre el resto y mostró interés por conocer al ‘paisano’ que lo hacía: Florentino Ferrín, quien catas, horas de charla y pasado un tiempo, de animó a hacer realidad su viejo sueño de hacer vino. Le llamaron Sofros y 2006, el año de partida.
Para este vino utilizan el uva de una viña de cinco hectáreas, tinta de Toro, en vaso, cultivada en el municipio de Morales de Toro. Está arrendada y ellos dirigen todo el trabajo que se realiza en ella. Es un suelo pobre, con canto rodado en superficie sobre una capa de arcilla. «Está a 700 metros de altitud, la densidad es de 950 plantas por hectárea y una producción de 3.000 a 3.700 kilos por hectárea, unos 2,7 kilos por cepa», comentan.
Por su composición, «el suelo tiene equilibrio de nutrientes y la planta no tiene que desarrollar mucha madera para mantener la parte aérea, además, aporta al vino más frescura, fruta y tanicidad», explican.
La pasada cosecha recogieron 14.000 kilos. «Se vendimia en cajas de 15 kilos y se enfría en cámara para rebajar la temperatura a tres grados», indica el enólogo.
Por planteamiento de negocio,ya que no creen imprescindible tener bodega propia para elaborar un vino, utilizan las instalaciones de la que Carmen Rodríguez posee a las afueras del municipio toresano,
cogida a la DOP Toro. «Tras enfriar la uva se despalilla y se lleva a los depósitos», indica. Disponen de cinco, de 4.000 litros de capacidad. Son de acero inoxidable con pistón interior para efectuar remontados sin airear, por lo que para la fermentación aportan oxígeno alimentario de forma controlada.
«La primera añada que se elaboró fue la de 2007, 3.000 botellas; luego la de 2008 ya empezamos a colocarla y la de 2009, con 93 puntos Parker…», recuerdan satisfechos.
Su gama de vinos comprende los monovarietales de tinta de Toro y un verdejo fermentado en barricas nuevas de roble francés, de cepas en vaso, de Rodilana (Valladolid), de las que solo salen 500 botellas». Es su Sofros Silbón.
En tinto hay dos crianzas, Sofros
y Sofros El Monaguillo (2.000 botellas). Ambos tienen en torno a un año de madera, según la añada pueden ser de 10 a 16 meses. La diferencia entre ellos es que con El Monaguillo etiquetan «las mejores barricas». «No se el motivo, tal vez por el tostado, algunas barricas están mejor que otras siendo las mismas», comenta el enólogo. La primera cosecha fue la de 2011: 1.200
botellas.
Hay un tercer vino, Silbón. «Procede de viña más joven, es más frutal y fresco y tiene cuatro meses de barrica de tercer y cuarto año», señala. El parque de madera de Quinta Esencia es de cerca de 60 unidades. La amistad y sociedad de ambos es ha llevado hasta la Ribera del Duero. Allí, en la bodega de Rivera Aparicio, elaboran Al-Nabiz (el que está en la viña), un monovarietal de tempranillo con 14-15 meses de barrica de segundo año, las que utilizan en Toro. Sale con la contra de la DOP Ribera del Duero. «Tiene menos estructura que los de Toro, más fruta y es más fácil de entender», señala el técnico. Además, tienen otro proyecto junto al Duero de la ribera de Castronuño: devolver la vida vinícola a una bodega subterránea. De hecho, ya han ‘recuperado’ un tinto de 1996 y un blanco de 2004 que se conservaban en una de las cavas de este municipio.